A propósito de la presentación del libro “Cartas azules” de Raquel Tirado el miércoles 12/07/2017
Para presentar un libro de Raquel Tirado comenzaría diciendo que la conocí por casualidad fuera de los salones de clase donde tal vez debí encontrarla, por tanto la conocí como escritora y así la conozco desde entonces. En aquel entonces alguien me recomendó conversar con Raquel, quien trabajaba en el rectorado de la Unefm, para consultarle sobre la Casa de la Poesía y así fue nuestra primera conversación. Por algún motivo antes de este momento no me había interesado en conocer a la autora de “Un sueño repetido”, un libro verde que a bien nos regalara el poeta Darío Medina, en una de las visitas que hicimos a su oficina como director de cultura en la universidad antes mencionada.
Luego pudimos compartir más la noche en que celebrábamos 5 años con la hoja poética Madriguera, en la casa del Grupo Artístico Colombeia en la calle Garcés entre calles Comercio y Bolívar, cuando llegó en compañía del profesor Hermes Coronado y cuando compartimos una noche de lectura entre amigos, espectros vivientes de poemas, y celebramos con torta.
Justamente un año después, en el 2012, volvimos a comunicarnos. Ella tenía entre manos el libro “La casa que no está”, y yo la idea de vivir de los libros. Luego de un mes de trabajo y varias visitas a su apartamento, cultivamos una amistad peculiar, pues siendo tan distintos podíamos pasar horas conversando sin aburrirnos, hasta que sonaba algún teléfono o veíamos el reloj.
Este año la realidad es otra, aquella intención del año 2012 atravesó una pausa de varios años hasta el año 2016 cuando vuelve a estar en mis planes, vivir de hacer libros, vivir del trabajo editorial. Y justamente en esta nueva etapa vuelven a encontrarse nuestras vibraciones y esta vez es una compilación llamada hasta entonces “Escritos dispersos” y es sobre este libro que vengo a hablar.
Cada libro tiene una historia particular e exclusiva en relación con los demás. En especial cuando sabemos que trabajamos para que cada obra tenga personalidad al momento de ser publicada, y esto último sólo es posible gracias a un trabajo colectivo, por encima de las genialidades que puedan surgir individualmente a diario en cualquier parte del mundo. Entre nuestros libros recientes podría mencionar “Mangos” de José Barroso, con fotos de Fernando Acosta, Gessu Rosso y diseño de Ricardo Díaz Borregales, y un concepto del propio autor; o el libro “Tu sonrisa vertical y otras gaviotas” de Luis Darío Bernal Pinilla con fotografías de Jackson Niño, que ha traído cola en el hermano país, Colombia.
Por tal motivo agradezco la oportunidad que me brindó la poeta Raquel Tirado al momento de editar su libro, actividad que me permitió sumar a este trabajo literario y que se concretó en una reunión el pasado 02 de mayo en la Casa del Sol. Donde pudimos acordar entre otras cosas un cambio de nombre a “Cartas azules”, que era el título de uno de los cuentos más representativos de esta compilación de textos. Reunión donde me enteré que su hija Natalia hizo junto a sus compañeros de estudio en Bogotá, una fotocomposición con este cuento y la presentaron como un trabajo académico. Otra razón más para considerar el cambio de título del libro.*
Finalmente fue posible atrevernos a jugar con el diseño de cubierta dentro de la sencillez del libro, esto quiere decir, que conservara la intención de su autora al momento de publicarlo, la cual siempre fue compartirlo con los amigos, porque finalmente son textos que conservan ese espíritu de tener un destinatario; pero además, añadiendo un elemento distintivo que lo dotara de personalidad. Fue así como surgió la idea de hacerlo en forma de sobre azul, de los que habla el cuento antes mencionado. Un acierto que desde la primera imagen publicada en las redes sociales a principios de junio, ha devenido en un sinfín de opiniones favorables y likes, que convierten este diseño de cubierta en su principal atractivo visual, despertando numerosas expectativas sobre su contenido libro.
“Cartas azules” es una compilación de cuentos y poemas escritos a lo largo de poco más de veinte años, incluyendo en este volumen textos que fueron premiados en el Concurso de Cuento y Poesía de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda en el año 1997, y otros que su autora fue recopilando a lo largo del último año. Resultando un compendio de textos que habiendo superado una segunda lectura, más certera, aguda y libre de los prejuicios y conflictos que pudieron rodearlos en el momento de su creación, conforman un obsequio para sus lectores.
Por su forma literaria es un libro que comienza en prosa y cierra en poesía. Donde cada texto posee independencia temática pero que en su conjunto constituye un diálogo constante de la poeta con su realidad presente, pasada y futura. Historias de la infancia y el mundo que siendo observado por los ojos de una niña, nos sorprenden y despiertan certezas en nosotros, con personajes que se transfiguran dentro de la imaginación de quien los observa desde sus miedos y sus dudas, pero que más adelante en el tiempo, sufren transformaciones adquiriendo cualidades o significados inesperados y amables.
De igual manera la ciudad aparece con su aparente desarrollo, pero que envejece y caduca constantemente, llenándose de luces, brillos y resplandores por momentos y volviendo luego a sus calles en penumbra. Poemas donde el diálogo interno y con la realidad exterior, conducen al individuo a situaciones límites, reduciendo el vivir a una rutina donde nos sentimos seguros:
“Con la ilusión intacta de comenzar mañana
a llenar, de nuevo, los espacios
para vaciarlos luego
al terminar el día
y cumplir con la vida
como ese jarrón chino.”
Y cierra así, en un ambiente donde el individuo avanza como en un cuarto oscuro, identificando los pequeños hallazgos de la luz que se cuelan por las ventanas, las puertas y que poco a poco iluminan el espacio más íntimo, como lo manifiesta el poema Grieta: “En medio de tanta hostilidad / surge una grieta. / Allí te veo.” Entonces comienzan a aparecer rostros conocidos y nuevos, amigos que van iluminando ese espacio personal, para cerrar con la reafirmación del ser y la sentencia:
“Volveremos a ser por los siglos de los siglos / amorosos / Amén”.